El año 2022 ha empezado con grandes interrogantes respecto al contexto nacional e internacional. La gran distribución se enfrenta a las negociaciones con la industria y los proveedores, pero ya es evidente que los precios subirán.
El cuadro general de la situación muestra un fuerte aumento en el precio de las materias primas. Los consumidores ya han podido sufrir la subida del precio de la electricidad, pero ahora también sufrirán el aumento de los productos de consumo que hasta ahora también habían estado controlados en virtud de los acuerdos y contratos preexistentes.
Según el análisis de precios de los supermercados, todo está subiendo, también en los alimentos: desde la pasta, por el aumento del trigo duro, hasta el café, sin olvidarnos de la carne de ternera y pollo, y además se debe calcular el aumento del precio del embalaje (paquetes, cajas y envases).
Y la situación no mejorará en los próximos meses.
Según un informe publicado por el Stockholm Environment Institute y recogido en revistas financieras internacionales, como el Financial Times, el aumento de los precios de las materias primas que golpearon el mercado de la producción en la segunda mitad de 2021, no bajarán en 2022 y nos esperan décadas de incertidumbre.
Según el estudio, que también se ha publicado en GDONews, en un futuro cercano la agricultura será uno de los sectores más expuestos al cambio climático, susceptible a los riesgos tanto por situaciones atribuibles a fenómenos meteorológicos extremos, como por posibles cambios a largo plazo de los modelos climáticos.
Para agravar esta situación, el supermercado se enfrenta ahora al aumento de los precios de los proveedores por un lado y, a la vez, al aumento de los costes de gestión. También para los supermercados, el gasto energético ha aumentado y amenaza con afectar a los beneficios.
Ante esta situación, hay dos opciones.
Por un lado, la posibilidad de trabajar con márgenes ajustados, renunciando de esta forma a importantes beneficios, y por otro lado, el aumento de los precios al consumidor final poniendo en riesgo la competencia horizontal, es decir, la competitividad en el mercado, especialmente con respecto a su público objetivo de referencia. En el centro de todo se encuentra también la fidelización de los clientes.
La marca Esselunga ha lanzado la campaña «¿Sube el coste de la vida? Nosotros bajamos los precios» lanzando una política de precios competitivos que va del 4 al 8% en unos 1500 productos en el lineal (se pueden conocer los detalles en una entrevista en Distribuzione Moderna). Una elección que sigue una tendencia contraria a los aumentos que se esperan en distintos frentes y que correrían a cargo del consumidor final. Al hacer esta elección, la empresa ha renunciado obviamente a una parte de sus márgenes.
En este contexto tan sombrío destaca el toque de color de la digitalización. Toda la GDO está llamada a pensar en términos de equilibrio para mantener los márgenes correctos, las buenas relaciones con los proveedores y proteger a los clientes y a los trabajadores.
Por esta razón es necesario implementar estrategias contra el desperdicio hasta ahora inéditas, optimizar la productividad y organizar mejor los pedidos, y en todo esto la digitalización es la mejor solución. Veamos por qué.
Muchas marcas de distribución, entre las que se encuentra Conad, creen desde hace años en la digitalización y están ampliando gradualmente las tiendas implicadas.
Han colocado etiquetas electrónicas en las estanterías, integradas en el sistema de gestión central. Las etiquetas electrónicas mejoran la comunicación interna:
¿Quieres saber cómo iniciar el proceso de digitalización? Cuéntanos tus retos.